La pandemia fortaleció al adultocentrismo, pero no logró encerrarnos del todo

Jaqueline Cuba Ágreda

Niña periodista e integrante del Consejo Nacional Consultivo de Niñas, Niños, Adolescentes y Jóvenes de Terre des Hommes Suisse en Bolivia

Este tiempo de pandemia y las medidas asumidas por el gobierno implicaron el encierro de niñas, niños y adolescentes a título de protección; sin embargo, lo que estamos viviendo es un intento de anulación de nuestras voces que empeora la situación que ya vivíamos a diario con el adultocentrismo. Afortunadamente no todo es gris, ya que, a pesar del confinamiento, muchas y muchos tomaron la palabra y actuaron.

Desde el inicio de la cuarentena, en marzo, se ha podido evidenciar cómo las personas adultas, en realidad las autoridades, han ido tomando decisiones sobre las vidas de todas y todos los habitantes del país, sin que exista siquiera algún mecanismo de consulta. Esto recayó con más fuerza sobre las niñas, niños y adolescentes, pues se dispuso el encierro total.

Dentro de las casas, prácticamente hay una total anulación de la voz de niñas, niños y jóvenes. La única autoridad que existe es la de las y los adultos, y lo único que nos queda es obedecer sin reclamos, ya que lo contrario puede conllevar algún tipo de castigo. En ese encierro es donde han ocurrido hechos de violencia de toda índole, sin que haya posibilidad de escapar.

El confinamiento también ha servido para reforzar en las niñas y las jóvenes los mandatos culturales sobre las mujeres: ayudar a cocinar, a limpiar, a lavar y hacer todo tipo de quehaceres junto a sus madres. Muchísimas hemos tenido que escuchar lo que nos repiten de forma continua: “eres una mujercita, tienes que ocuparte de la casa”; esto ocurre en muchas familias.

Además, la cuarentena ha impedido las reuniones de casi todas las agrupaciones de niñas y niños y jóvenes no solo para preparar actividades, sino también para pronunciarse sobre hechos que involucran a la niñez, adolescencia y juventud; esto implica que les quitaron su derecho a la participación. Por ejemplo, a los centros de estudiantes de las unidades educativas y de universidades se les ha negado el derecho a opinar sobre la educación virtual, cuando esto nos afecta de manera directa como estudiantes.

En las calles ayudando y trabajando

Sin embargo, a pesar de las medidas restrictivas e incluso a riesgo de contagiarse de covid-19 muchas y muchos adolescentes y jóvenes se dieron modos para salir a las calles por razones de suma importancia. Algunos lo hicieron porque son pilares importantes de la economía de sus familias, la mayoría con actividades informales como el comercio y la venta de comida. Caminaron mucho y desde muy temprano para llegar a sus lugares de venta, desacataron las normas, porque el hambre también mata.

Otr@s se dieron modos para realizar campañas solidarias de recolección de alimentos y caminaron mucho para recoger donativos y entregarlos a personas de escasos recursos, incluso compañer@s de colegio y universidad, y ayudaron a personas de la tercera edad haciéndoles las compras. Además, unas mil niñas, niños y jóvenes contaron sus historias de cuarentena o dieron consejos para sobrellevarla mejor, y sus palabras se encuentran en el informe Voces por el Cambio. Estos son solo algunos ejemplos de lo que las niñas, niños y jóvenes venimos haciendo para enfrentar al adultocentrismo, ya que tenemos voz y también queremos aportar para que este mundo sea mejor.

La CN Bolivia a través de sus seis copartes, tiene presencia en 14 municipios distribuidos en cuatro departamentos de país; dos ubicados en la zona del Altiplano: La Paz y Potosí, y dos en la región del Valle, que son Cochabamba y Chuquisaca. Los proyectos que apoya alcanzan de manera directa a más de 13 mil niñas y niños, y cinco mil jóvenes. Forma parte de la plataforma de ONGS suizas y de la Alianza Joining Forces Bolivia, y está articulada a la Federación Internacional de TdH.

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